“Cronología de aprendizajes y reflexión sobre trayectorias escolares”
- Tutor, Gabriel |
- FIERRO, Maria Valentina |

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BIENVENIDOS A LA 3ª JORNADA REGIONAL "Cronología de aprendizajes y reflexión sobre trayectorias escolares"
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CONTENIDOS
Los retos de la Pedagogía en el siglo XXI son muchos, y la escuela se encuentra en este entramado con múltiples tensiones. Las transformaciones sociales, culturales, políticas y económicas han instalado nuevos escenarios, con realidades educativas diversas, únicas, dinámicas, complejas y multifacéticas. La escuela ante este escenario necesita mirarse, cuestionarse y romper con formatos cerrados, graduales, rígidos y lineales que instaló un modelo moderno de escuela, y otorgarle un nuevo sentido a su función esencial: enseñar.
La escuela tiene un gran desafío: que todos los niños y niñas estén en ella, aprendiendo, poniendo en valor las propuestas pedagógicas que se desarrollan en el día a día. “Hay días en los que tendríamos ganas de soñar con la enseñanza como si se tratara de un proyecto fácil…Imaginar una hilera de cabecitas sonrientes y atentas, que se entusiasman ante cualquier saber que les presentamos y que lo enriquecen con preguntas, prueba de su interés inteligente. Imaginar, por cierto que nosotros, docentes, sabemos responder a esas preguntas según lo esperado por todos, haciendo, al mismo tiempo, algo útil (…) Pero el sueño se detiene ahí (…)¿Por qué
esta ilusión de la enseñanza como trasvasamiento?, ¿Por qué soñar con una supuesta ciencia del maestro y una hipotética ignorancia de los discípulos, a quienes convoca la instrucción obligatoria?,¿Cuál es el objeto del encuentro maestro-alumnos?, ¿Qué se dice ellos? Cuando se hablan, ¿se comprenden?, ¿Y cómo?
La invitación es justamente ésta: abrir a preguntas que cuestionen la relación de la escuela, el docente, el niño/a con el conocimiento, generando condiciones para que todos aprendan, y cada uno sea considerado desde lo que lo define como sujeto.
Nuestras instituciones educativas conjugan distintos formatos, así como también deseos y sueños de quienes las conformamos. Buscamos convertir a la escuela en un espacio histórico y social de democratización y distribución igualitaria de conocimientos, donde se instale un estilo de gestión que dé lugar a la diversidad como aspecto
constitutivo.
Un punto clave, es la constitución de un sujeto educable. La educabilidad no debe, ni puede equipararse a la “capacidad para aprender”, ya que va mucho más allá de la posibilidad de lograr aprendizajes. El ser humano tiene la posibilidad de constituirse en sujeto de una cultura. Tal como lo sostiene Ricardo Baquero , la “educabilidad de un sujeto no sólo expresa la naturaleza originaria sino, principalmente, como se dijo, los efectos de la vida social o de la crianza”, (...) “no sólo se expresa en la superficie de emergencia de las prácticas educativas, sino que éstas pueden tomar como objeto de su trabajo a la generación de condiciones para la educación posibles, incluso aquellas condiciones que parecían ser privativas de la naturaleza del sujeto”.
La escuela como el ámbito de aprendizaje, más bien, la escolarización, no se inicia con la implementación de las leyes de obligatoriedad escolar, sino mucho tiempo antes. La instalación de los discursos de obligatoriedad se inicia en la segunda mitad del SXIX con leyes como la Ley Nro. 1420. “La escolarización
masiva de la población exige una instancia colectiva de trabajo, la organización de las
poblaciones según cierta economía de esfuerzos. La masividad es una condición de la escuela moderna, y en tal
sentido, estar en la escuela obliga a quienes asisten a ella en calidad de alumnos a aprender a “vivir en una masa” (Jackson, 1991) y a quienes se desempeñan en ellas como docentes a controlar grandes grupos. Todos nuestros intentos por individualizar la enseñanza, por personalizarla, tropiezan una y otra vez con este rasgo estructural de la escuela: en ella se concentran muchas personas para hacer al mismo tiempo las mismas cosas al comando de unos pocos”. La masividad fue una decisión político-social de control del crecimiento poblacional, que antecedió a la pedagogía y a la organización didáctica, con una imagen de alumno pasible, indiferenciado de otros. Hoy la discusión se corre e instala en el centro de la escena al sujeto; exigiendo la revisión de las prácticas escolares que garanticen la enseñanza y aprendizaje.
Por otro lado, el aprendizaje escolar no se trataría de la mera adquisición de habilidades o conocimientos descriptos como un proceso psicológico-individual de despliegue de una naturaleza infantil, suficiente o adecuadamente estimulada, sino, que el proceso de aprendizaje en el contexto escolar debería ser visto como un potente proceso de apropiación mutua, entre sujeto y cultura. Proceso que porta ineludibles conflictos y, como veremos, no puede ser reducido en absoluto a un problema “técnico”, a menos que disimulemos su carácter profundamente político.
El cumplimiento efectivo de la obligatoriedad escolar, conlleva a generar nuevos formatos pedagógicos y organizacionales. La propuesta de ampliación del tiempo escolar es la expresión de una política educativa en el marco de una política para la niñez que ofrece a cada niño y niña una experiencia valiosa y relevante en el marco de un proyecto social y cultural.
Se entiende a la escuela como el lugar privilegiado de transmisión sistemática del conocimiento y el currículum es la “bisagra” articuladora entre el conocimiento anterior y las nuevas construcciones teóricas que sustentan las innovaciones en las prácticas educativas. Es así que se propone a directivos y maestros reflexionar sobre los espacios
que el currículum habilita, qué lugar se le otorga a “lo ausente”; interrogar acerca de qué conocimientos se transmiten y cómo son transmitidos, qué saberes disciplinares y didácticos se incluyen y cómo se los articula y con qué coherencia epistémica son incluidos, sin perder de vista aquellos conocimientos que son dejados de lado, cómo se desnaturalizó un modelo y formato de escuela a partir de la ampliación de la jornada escolar, qué desafíos enfrentan a diario, qué avances y resultados de la propuesta se evidencian en los aprendizajes de los niños y niñas, qué decisiones nos bastan para responder a las demandas de estos tiempos.
Existe una tendencia a considerar que la escuela es el contexto natural de desarrollo del niño. “Legitimamos las prácticas escolares que consideramos que están en línea con el desarrollo del niño natural. Bajo esta mirada, perdemos la perspectiva histórica del sistema escolar, como un dispositivo que produce -y que debe producir, puesto que para ello existen- formas particulares de desarrollo infantil (Baquero y Terigi, 1996). Enseñar supone, en este sentido, alejarse de comprensiones moralizantes, dictaminadoras de lo que debe ser y de lo que es la escuela, y trabajar, en cambio, tiene que brindar “asistencia” y “contención”. Sin embargo, sabemos que la educación si bien tiene que ver con el cuidado,
va más allá de esto. Sostener en el campo de la educación una relación de causalidad entre sujetos y contexto social de pertenencia, implica considerar que los sujetos asumen al interior de éste una posición pasiva y definida, y que el contexto determina a los sujetos que en él se constituyen. No puede negarse que la realidad social ocupa un lugar significativo en la configuración de las subjetividades. Sin embargo, esto no implica necesariamente asumir el supuesto de que el sujeto esté determinado por las condiciones sociales. El desafío de toda enseñanza, más allá y en todo contexto, consiste entonces en pensar y proponer diversas maneras para “conectar de manera inteligente y valiente el cuidado con el conocimiento, el cuidado con la enseñanza”. La respuesta no puede eludir que, cuando hablamos del cuidado del otro en el terreno educativo, hablamos también de la “responsabilidad” de los adultos frente al futuro que podemos ayudar a proyectar para las nuevas generaciones. Podría decirse entonces que nuestra tarea se juega en la compleja tensión entre no dejar a los niños y jóvenes librados a sí mismos y a sus propios recursos, y no ejercer sobre ellos la violencia que implicaría el desprecio, la piedad, la compasión que no hacen otra cosa que sostener y profundizar la desigualdad.
La educación es el acto de abrir, de ofrecer un sitio para que el que viene pueda habitarlo sin ser reducido a la lógica de la normalización o a la de los discursos de la diversidad, en suma, sin ser reducido a lo esperado. La tarea de un educador se define por el verbo “enseñar”, en la búsqueda obstinada de transmitir ese legado cultural del que son herederos, conscientes de que aquello que los niños “esperan” de
los educadores es un trabajo sostenido en la riqueza simbólica de los saberes que se le ofrecen y en la creencia en sus posibilidades de crecimiento singular, de participación en la producción de un orden social más justo para todos y sin transformar la diversidad en patología. “El sistema educativo, la escuela, tiene muchas dificultades para lidiar con la diversidad respecto del aprendizaje (…) hemos avanzado mucho en cierta batalla ideológica respecto al reconocimiento de la diversidad de los sujetos, pero el problema sigue estando ubicado centralmente en la enseñanza y en cómo se responde a la diversidad cognoscitiva de los humanos, con propuestas educativas que permitan que todos aprendan, y que propongan, sostengan, defiendan y alcancen un horizonte.”
En la escuela tomamos decisiones y éstas involucran la vida de los sujetos, sus posibilidades a futuro, y nada más ni nada menos que forjamos su identidad.
No podemos quedar anclados en un modelo escolarizado de la niñez de dos siglos atrás, la escuela debe romper con la imagen de que lo que pasa en su interior es homogéneo y rutinario. El mundo actual y sus condiciones exigen generar propuestas que permitan comprometernos con los derechos de los niños y con el carácter político de la enseñanza.
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Evaluación
1)¿Qué es la trayectoria escolar del alumno?
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Tutor, Gabriel
